Hipertensión arterial y accidente vascular cerebral / Arterial hypertension and cerebrovascular accidents

RESUMEN

Los accidentes vasculares cerebrales son, después de las cardiopatías y los cánceres, la tercera causa de muerte en los adultos. Los factores de riesgo son la edad, la hipertensión y las afecciones cardíacas. Por ende, el buen control de la hipertensión es esencial en la prevención de los accidentes vasculares cerebrales. Ello es cierto no sólo en los casos de hipertensiones moderadas y severas sino que también para las leves y aún para las sistólicas con valores diastólicos normales, especialmente en los mayores de 65 años. No obstante, este tratamiento tiene algunos inconvenientes tales como ortostatismo; disminución del débito cardíaco; pérdida de la sensibilidad de los barorreceptores; aumento de la noradrenalina y de la hormona antidiurética, etc. En la relación existente entre la presión arterial y los fenómenos isquémicos cerebrales intervienen la reactividad vascular y la reserva cerebrovascular condicionada por la autorregulación del calibre arterial y por la extracción fraccional del oxígeno por el tejido cerebral. Desde el punto de vista evolutivo, la actividad electroencefalográfica desaparece cuando el flujo sanguíneo cerebral baja de 18 ml por 100 gramos y por minuto; los potenciales evocados desaparecen con menos de 15 ml y la cascada iónica ocurre con flujos menores de 10 ml. En los accidentes vasculares cerebrales, la hipertensión arterial es un fenómeno reactivo y las cifras tensionales no deben bajarse ya que ello disminuye la perfusión. El restableciemiento de la circulación en el territorio isquémico depende de la presión de perfusión y de la viscosidad sanguínea y ésta del hematocrito. Es por ello que se ha preconizado el tratamiento con hemodilución normo o hipervolémica, utilizando soluciones coloidales, plasma o albúmina humana