La
insuficiencia cardíaca crónica secundaria a una disfunción sistólica se caracteriza por presentar una importante activación neurohormonal asociada que consiste principalmente en un aumento de la activación simpática y del
sistema renina-angiotensina. La activación neurohormonal forma parte de los mecanismos de
compensación que se activan para mantener la estabilidad
hemodinámica cuando se reduce el
gasto cardíaco. A
pesar del
beneficio inicial, se ha demostrado que la activación neurohormonal contribuye al deterioro progresivo de la
función ventricular y los
síntomas en la
insuficiencia cardíaca, de forma que un mayor grado de activación neurohormonal se asocia con un peor
pronóstico. A
pesar de las implicaciones de la activación neurohormonal en el
pronóstico, la
determinación de los valores plasmáticos de
neurohormonas no se utiliza en la
práctica clínica para el
tratamiento de los
pacientes con
insuficiencia cardíaca. De hecho, el
tratamiento médico con inhibidores de la
enzima de conversión de la
angiotensina y bloqueadores betaadrenérgicos, al modular o reducir los valores plasmáticos de algunas
hormonas, modifica su valor de
pronóstico, con lo que disminuye su utilidad para establecer el
riesgo. Por este motivo, no se dispone todavía de un marcador ideal que sea estable y de fácil
determinación y que permita establecer con
seguridad el
riesgo de los
pacientes con
insuficiencia cardíaca; además, debería tener una adecuada relación coste/
beneficio (AU)