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Los numerosos aportes teóricos, que en los últimos años, han contribuido a un mayor esclarecimiento del período adolescente, han determinado modificaciones en la técnica. Al centrarse el conflicto adolescente, especialmente en las relaciones pre-edípicas y en su inestabilidad y fragilidad del ser, su expresión sería su falta de confirmación narcisista. Los autores parten del punto de vista que la adolescencia configura un conflicto prioritariamente narcisista, cuya expresión relevante es la búsqueda de un territorio propio que puede habilitar su ser. Se ahonda en el concepto de territorio, por cuanto su acepción psicoanalítica implicaría varios aspectos. No deja de estar el proceso de duelo, como un acompañante permanente del adolescente, pero se destaca como particularmente significativo el duelo por el Yo. Las nuevas identificaciones, que suplantan las infantiles, pueden ser vivenciadas como "vacío en su ser", en tanto suponen todo un proceso. El camino que recorre el adolescente es un verdadero camino en laberinto. Se destaca la importancia, desde el lado de los aportes a la técnica, de la empatía. Más que señalar caminos, con su interpretación, el analista debe acompañar al adolescente en su propia búsqueda. Debe evitar-se ocupar el lugar de los padres, amenaza siempre presente en el análisis. A su vez, en forma correlativa, estaría la contratransferencia del analista frente a la posibilidad de identificarse con los padres. También el encuadre tiene sus características propias. Con respecto a la transferencia se hacen algunas precisiones, por ejemplo, que la parte esencial del análisis se centra en otro punto, en dejarla por un período entre paréntesis, etc. Por último, se define a la adolescencia como situación de "trance" en donde el analista debe atender a la situación de tránsito en que se encuentra el adolescente.